Iván Cepeda sigue, contra viento y marea, su infame campaña contra el profesor Darío Acevedo Carmona.
Como el senador comunista utilizó en vano contra el director del Centro de Memoria Histórica su abusivo y trillado garrote de la “audiencia de control político”, donde Acevedo revirtió los argumentos del jefe mamerto y pasó a la ofensiva, Cepeda optó por ordenarle a la JEP que se encargue de seguir esa persecución. Y la JEP, sin tener jurisdicción sobre ese asunto, aceptó asumir la baja obra.
Esa aceptación plantea el problema legal y constitucional de la auto extensión de facultades de la JEP.
El primer paso de esa oficina fue dado a conocer este 1 de diciembre. En un texto escrito no por un periodista sino por alguien que se hace llamar “Colombia en Transición”, El Espectador anunció que los exdirectores y el actual director del Museo de la Memoria serán “escuchados en la JEP”, entre el 14 y 21 de diciembre próximo. La nota detalla que van a recaudar “30 testimonios”, para ver si el guión del museo del CNMH “fue alterado por la dirección de Darío Acevedo”. La idea de la JEP es sancionar al CNMH y al historiador Acevedo con ese pretexto.
Antes de ver el plan de la JEP hay que examinar otro detalle. Creado en febrero de 2019, gracias a la inspiración de la embajada de Alemania en Bogotá, “Colombia en transición” es un “colectivo” de perfiles inciertos. Según El Espectador, ese grupo se “encargará del cubrimiento periodístico y pedagógico del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición” y “explicará, de manera pedagógica”, las decisiones de la JEP. Es decir, la agenda es redactar artefactos retóricos en favor de la JEP y del acuerdo Farc/Santos, a pesar de que ese acuerdo fue rechazado por los colombianos en el referendo nacional de 2016.
La participación de la embajada de Alemania en Bogotá en esa actividad de influencia y propaganda política constituye, en mi opinión, un acto de injerencia inadmisible de Berlín en los asuntos de Colombia. “Colombia en Transición” es un colectivo opaco. No se encuentran referencias exactas acerca de su sede, dirección y financiación. La página web que ese grupo dice tener corresponde a otro organismo: “Transición América Latina Colombia” y a un segundo grupo: “Movimiento Transición Colombia”. Peor: en la página web de la embajada de Alemania no hay una sola referencia a “Colombia en Transición”. En el folleto de 75 páginas de esa embajada, intitulado La cooperación alemana en Colombia, no hay una sola referencia a ese “colectivo”.
¿Quién está detrás de ese artículo que posiciona a la JEP como el nuevo verdugo del Centro Nacional de Memoria Histórica? ¿Por qué la embajada de Alemania en Bogotá respalda semejante arbitrariedad?
La querella por el asunto del guión del Museo de la Memoria es puramente artificial. Es el ángulo de ataque escogido por Iván Cepeda en vista de que sus otras maniobras contra el CNMH han fallado. Iván Cepeda pretende subvertir la orientación del CNMH para impedir que ese centro sea independiente. Cepeda quiere tener allí a un director-títere para usarlo a su antojo. Quiere judicializar a quien se opone a esa servidumbre. El jefe mamerto es un experto en eso. Hace unos meses, cuando el expresidente Uribe estaba en detención domiciliaria, trató de ilegalizar todo acto de solidaridad con él. Fracasó. Ahora está furioso porque Álvaro Uribe recuperó su libertad. Como buen comunista, Cepeda es un enemigo feroz de las libertades de los otros. Está obsesionado contra Darío Acevedo pues éste no está dispuesto a seguir ciertos “consejos”: impedir que el mundo sepa qué ha hecho el comunismo armado en Colombia. Por eso su violenta cruzada contra el CNMH.
El asunto del “guión definitivo” del Museo de la Memoria es simple, pero los mamertos tratan de hacerlo ver como un expediente complejo que solo puede ser arreglado por la JEP. Ellos estiman que un documento que dejaron en 2016 es el “guion definitivo” del museo de la Memoria. Pero ese texto era un esbozo. En las actas del consejo directivo del CNMH ese papel no emerge como el guión definitivo. Normal: en 2016 la idea del museo apenas comenzaba a cristalizar. La ley exige que el Centro hable con las organizaciones de víctimas, con grupos de la sociedad civil, del mundo universitario y de la cooperación internacional, para buscar aportes para completar ese guión. Es lo que Darío Acevedo ha estado haciendo desde marzo de 2019 cuando fue nombrado director del CNMH.
Cepeda y la gente de alias Timochenko dicen que “no quieren un museo del horror”. Quieren que los graves crímenes de las FARC y de las otras bandas comunistas sean soslayados en ese museo. Quieren un museo-impostura, un museo que oculte las atrocidades que cometieron esos actores contra los colombianos. Quieren un museo que elogie o, por lo menos, justifique los crímenes del comunismo en Colombia.
Tal pretensión es abyecta. Es como si el Memorial Yad Vashem, de Jerusalén, construido en memoria de las víctimas de la Shoah perpetrada por los nazis durante la segunda guerra mundial, escondiera o suavizara la realidad del antisemitismo y del asesinato masivo de judíos en los países ocupados por la Alemania de Hitler. Es como si el museo Topografía del Terror, de Berlin, quisiera velar lo que había hecho la Gestapo en esos años. Es como si los monumentos y Museos del Comunismo en Varsovia, Praga, Londres, Viena, Járkov, Sofía, Riga, Cracovia, Zagreb, Baltimore y el Museo del genocidio camboyano (Phnom Penh) pretendieran encubrir y disimular los crímenes del comunismo (1). Es como si el Museo de Johannesburgo buscara enmascarar los horrores del Apartheid.
En esos museos de la Memoria, los crímenes del comunismo, del nazismo, del esclavismo y del apartheid no son tapados, ni disimulados. Mediante fotos, filmes, videos, textos, libros, periódicos, fichas, afiches y toda suerte de objetos, esas atrocidades son mostradas, explicadas, analizadas, en detalle y sin filtros, para que nadie olvide, para que la memoria de la humanidad no sea destruida o deformada por las miserables supervivencias políticas de esos totalitarismos.
Iván Cepeda quiere que en lugar de hechos, el museo de la memoria presente metáforas botánicas y dulces poemas (es lo que ellos llaman “los ejes de Agua, Tierra y Cuerpo”) en lugar de la presentación objetiva de la barbarie narco-comunista durante 60 años.
La disputa del Museo comenzó en 2019, a raíz de una exposición de Memoria en Cali. Allí, el director del CNMH constató que el director técnico del Museo favorecía la visión de quienes quieren no un Museo de la Memoria sino la ilustración de una metáfora –“agua, tierra y cuerpo”–, en lugar de evocar los hechos, las víctimas, los agresores, los métodos de barbarie utilizados, durante el conflicto armado.
Darío Acevedo no ha “alterado” ningún guión del Museo de la Memoria. Todo lo contrario. Está cumpliendo con su deber de historiador independiente y con la legislación que rige el CNMH. Sin embargo, la JEP no quiere oír sus argumentos. La JEP, a través de una sala especial (SAR), y de un auto de 17 páginas, citó a 29 personas pero no al director del CNMH, principal actor de este episodio. Es obvio que la JEP, pretende reunir testimonios de todo tipo contra Acevedo, sin que él pueda responder a tiempo a esa maniobra. Se trata de un proceso brutal, solapado, sin equidad, de tipo mao-estalinista.
Es muy claro lo que dicen las normas que rigen el CNMH. Ese centro y el Museo de la Memoria deben narrar los hechos que afectaron a las víctimas del conflicto armado, explicar quiénes fueron los victimarios, qué medios usaron para impartir su violencia, en qué lugares y escenarios cometieron sus crímenes, cuáles eran sus objetivos, qué sectores de la población fueron los más afectados, etc. Esas normas no piden hacer maquillajes, ni evocaciones poéticas y justificadoras de las atrocidades reiteradas (que continúan hasta hoy). Seguir la línea del guión de 2016, es incitar al CNMH y al Museo de la Memoria a violar la ley y a traicionar a las víctimas. Sobre todo a la historia y a la memoria general de la más grande tragedia nacional.
Quien trata de hacer eso es el mismo que recibe agradecimientos públicos del prófugo mafioso Santrich. Después de haber contribuido a impedir que la justicia castigue los crímenes de las Farc, el senador Iván Cepeda quiere un Museo que les diga a las víctimas que no son víctimas pues las Farc nunca fueron agresoras, sino “defensoras del pueblo”. ¿Hasta cuándo el país seguirá tolerando tantos desmanes?
(1).- El gobierno de Putin se opone a que la Ong rusa Memorial, que ha realizado un excelente trabajo sobre las víctimas del stalinismo, realice un Museo de la Memoria del comunismo en la URSS. Memorial se ha visto obligado a hacer únicamente un museo virtual del Gulag por Internet.