Algo muy importante debían tener entre manos para reunirse en esas condiciones, violando las reglas del sigilo y de la ocultación.
En la noche del pasado 2 de septiembre, Juan Manuel Santos, Iván Cepeda y alias Timochenko, jefe de las FARC, se dieron cita en un apartamento del norte de Bogotá donde reside Juan Fernando Cristo, un ex ministro de Santos que conoce todos los secretos del pacto anti colombiano FARC/Santos de La Habana.
Los residentes del edificio “Cerro de los Alpes” vieron cómo las entradas y salidas del inmueble eran tomadas por un extraño grupo de hombres sin identificación y sin insignias que portaban armas de fuego. Estos, luego de llegar en una veintena de camionetas blindadas, montaron un control abusivo de las personas que entraban a la edificación.
Con miedo ante la inesperada invasión, algunos vecinos lanzaron alertas por las redes sociales y llamaron a varios periodistas. El único que se presentó al lugar, por invitación de uno de los residentes, para constatar el incidente, fue Gustavo Rugeles, director del portal web El Expediente. Rápidamente comenzaron a circular fotos en las redes sociales donde se veían, en efecto, los rostros del temible Timochenko, hoy con sueldo de Alto Magistrado, carro blindado y escoltas, y JF Cristo.
Notificados por los escoltas, los hombres de la patética reunión tomaron medidas defensivas: arrastraron un pesado armario contra una ventana e improvisaron unas cortinas con sábanas, para frustrar a los curiosos. Pero como el ambiente no era propicio, optaron por dispersarse. Un escolta enmascarado que negó declinar su identidad trató de expulsar a Gustavo Rugeles. Mientras filmaba con su teléfono, éste le explicó que, al no ser un policía, el carecía del derecho a sacarlo de allí y pedirle sus papeles. Finalmente, apareció un hombre en uniforme que le ordenó retirarse o subir al apartamento de la persona que lo había alertado. Rugeles protestó pues esa era una manera de impedirle realizar su trabajo ante una reunión que, por la calidad de los asistentes, era de interés público nacional. Finalmente, Rugeles se retiró, no sin antes tomar videos y fotos “desde los cerros” aledaños. Al día siguiente, un noticiero reveló que otros dos peces gordos de las FARC, Pastor Alape y Pablo Catatumbo, habían aterrizado también en el apartamento.
Tres días más tarde, la opinión pública sigue sin saber qué estaban haciendo allí esos señores. Juan Fernando Cristo e Iván Cepeda lanzaron la acostumbrada cortina de humo: colérico, el ex ministro santista calificó de “fascistas” a quienes habían alertado a la ciudadanía sobre lo que ocurría en ese domicilio. El otro aseguró que era una reunión ordinaria para discutir cómo “avanza la implementación del acuerdo de paz”. Mentira, repuso Rugeles en el noticiero La Hora de la Verdad, de Fernando Londoño Hoyos. “Las discusiones sobre la ‘implementación’ de la falsa paz la hacen los organismos oficiales, en lugares oficiales, no de noche y en viviendas privadas”.
Todo permite pensar que la reunión tuvo un tema central: Álvaro Uribe. La actuación política y personal del expresidente es la eterna obsesión de la gente que se reunió en los “Cerros de los Alpes”. Para ellos no hay un problema más importante que ese. La Corte Suprema de Justicia acaba de perder el control del proceso de Uribe, instigado por Cepeda. Al haber Uribe renunciado a su condición de senador, el expediente pasará a la Fiscalía. Por otra parte, el comité estratégico de defensa está en reorganización con la incorporación del ex ministro Oscar Iván Zuluaga y el hijo mayor del expresidente, Tomás Uribe. Está aumentando, además, el clamor popular que pide la anulación de la orden de detención que los bonzos rojos dictaron de manera arbitraria contra el ex jefe de Estado. La revelación sobre los 500 millones de pesos que recibió Cesar Reyes, el juez que orientaba la instrucción anti-Uribe en la CSJ, de la pasada administración Santos, debilita notablemente esa estrategia.
Nadie ignora en Colombia que la supresión política del expresidente Uribe hace parte de los arreglos secretos de La Habana. No es casual que esa discusión haya incluido a Juan Fernando Cristo. Los reunidos del miércoles pasado saben que la detención de Álvaro Uribe ha sido mal recibida por algunos gobiernos y dirigentes extranjeros y, sobre todo, por gran parte de la población nacional, lo que incluye sectores que no hacen parte del uribismo tradicional.
Detenido o no, el expresidente Uribe pone en peligro los planes golpistas-electorales de la subversión marxista ante la perspectiva del fin del mandato del presidente Iván Duque en agosto de 2022. Conclusión: Santos, Timochenko y los otros podrían estar preparado una nueva estrategia, pues la detención de Uribe no les está saliendo como esperaban. La vigilancia sobre esas fuerzas obscuras debe continuar sin descanso.