La noticia de la semana es, sin lugar a dudas, el asalto al Capitolio estadounidense por parte de un grupo de seguidores de Trump, que fueron incitados por unas polémicas declaraciones del presidente para manifestarse contra la certificación de Joe Biden como triunfador en las elecciones.
En unos hechos verdaderamente lamentables, un numeroso grupo de republicanos radicales asaltó la sede del Congreso en Washington, lo cual fue calificado por el presidente electo Joe Biden como una insurrección, y no solo como una protesta.
El asalto se dio precisamente en el momento en que el Congreso se disponía a certificar a Biden como nuevo presidente de Estados Unidos, luego de una masiva concentración a la que convocó Donald Trump cerca de la Casa Blanca.
Algunos analistas han calificado a este miércoles como “el día de la infamia”, en el que se presentaron hechos que hacen ver a Estados Unidos, no como el país que conocemos, ese de la perfecta democracia, sino como un Estado tercermundista caracterizado por una tiranía, como los que todavía vemos en nuestro vecindario.
El presidente saliente había advertido sobre la posibilidad de un fraude electoral, semanas antes de que se realizaran los comicios. Sus declaraciones fueron interpretadas como resultado de una situación desesperada, motivada por una posición frente a la opinión que en ese momento era perdedora en todas las encuestas. Por eso, para nadie fue extraño que Trump denunciara el fraude al terminar las elecciones. Aunque la diferencia entre los dos candidatos fue estrecha, los votos correspondientes a lo que el republicano consideró ese fraude no alcanzaría para voltear los resultados.
Luego de los hechos violentos del Capitolio, en los cuales se han reportado cuatro manifestantes y un agente de policía muertos, algunos indignados han propuesto aplicar una enmienda que tiene la constitución estadounidense, la cual permite destituir a un presidente por incapacidad para gobernar, incluso, faltando pocos días para que Trump abandone la Casa Blanca.
Al final, el Congreso certificó la victoria de Biden, gracias a la intervención del vicepresidente Mike Pence, duramente criticado por los seguidores de Trump, y con el acompañamiento de Nancy Pelosi, líder demócrata de la Cámara de Representantes. Para completar la derrota del partido de Gobierno, los dos cupos que se definieron esta semana para el Senado estadounidense fueron ganados por candidatos demócratas, con lo que el nuevo presidente podrá impulsar libremente todas sus políticas en el Congreso.
Otra triste situación, en otro atropello a la democracia, se vivió en Venezuela, donde el chavismo luego de una elección totalmente irregular, recuperó el control de la Asamblea Nacional, con lo que nuevamente cuenta con la totalidad de los poderes. La oposición encontró que no había garantías electorales para presentar candidatos, pues el órgano de control electoral en Venezuela es un organismo de bolsillo del Régimen.
Para Colombia, esas dos situaciones políticas en el continente nos pueden afectar desfavorablemente. No sería extraño que el nuevo presidente de Estados Unidos iniciara una campaña para lograr amansar las aguas en el continente, y para ello propusiera un acercamiento entre el gobierno de Colombia y la hoy fortalecida dictadura de Venezuela.
Es un hecho que la política americana es una cosa cuando el gobierno estadounidense es republicano, y otra cosa es cuando un demócrata como Biden está en la Casa Blanca. Esperemos que Estados Unidos no decida suavizar su política con relación a la dictadura venezolana, ni contra movimientos extremistas, como puede suceder con el ELN.