“Salí ileso gracias a la madre naturaleza”, escribió este 29 de octubre, en un twitter, Feliciano Valencia, quien dice haber sufrido un atentado ese día en una carretera del departamento del Cauca.
Toda persona razonable diría que la naturaleza poco tiene que ver en eso, que el personaje salió ileso gracias a la camioneta blindada de la Unidad Nacional de Protección que le puso el gobierno colombiano desde 2018, cuando Valencia fue elegido senador de la República.
Basado en la narración del polémico líder del Movimiento Alternativo Indígena y Social (MAIS), un diario bogotano escribió que el vehículo en el que éste viajaba con sus guardaespaldas “recibió tres impactos de bala”, disparados por civiles armados que, en la vereda El Tierrero, “trataron de detener la camioneta”.
Solo bastó esa corta descripción para que el jefe de Estado colombiano se comunicara con Valencia “para expresarle su solidaridad”, dijo El Tiempo, aunque la naturaleza real del incidente no había sido esclarecida. Lo mismo hizo el ministro de Defensa, Holmes Trujillo. Por su parte, la ministra del Interior, Alicia Arango, anunció que la Fiscalía y la Defensoría del Pueblo investigarán para “esclarecer este acto violento”.
Convencida de que el peligro era elevado, Alicia Arango le ofreció al senador indígena sacarlo de la región en un helicóptero. El hombre repuso con un simple “eso no es necesario”.
No menos patético resultó el senador Gustavo Petro quien desde Bogotá aprovechó ese incidente para injuriar de nuevo al gobierno. En un twitter lanzó esta frase desesperada: “El responsable del atentado a Feliciano Valencia es Iván Duque”. Y agregó que el presidente de la República respalda “a los gatilleros que masacran a los indígenas” y que “se creen con el derecho oficial a matar.”
Si eso no es causal para un proceso por difamación agravada no sé qué otra cosa eso puede ser.
Conocido como “el señor de los talegos”, Gustavo Petro ve en estos días cómo sus métodos despóticos, y las cacerolas de todo tipo que él arrastra, están desmoronando su partido. El jefe del chavismo colombiano espera que sus gritos enfermizos contra Duque frenen ese desgaste. Sueña con volver a ser el candidato de las sectas dispersas de la izquierda marxista.
La asociación Cabildos Indígenas del Norte del Cauca afirmó que el “intento de asesinato” de Feliciano había sido perpetrado “en zona de influencia de la columna móvil Dagoberto Ramos”, de las Farc/disidencias, pues Petro, ni Valencia no fueron claros al respecto.
Feliciano Valencia es conocido por sus marrullas. Durante años le ha mentido al país y, en especial, a las comunidades indígenas que él dice representar, mientras acumula, en realidad, más y más poder sobre ellas. Feliciano fue quien puso, desde 2008, la “guardia indígena” al servicio de la Marcha Patriótica, así como de las Farc y el narcotráfico. Su condición actual de senador no debe hacer olvidar que ese hombre fue quien perfeccionó el método de usar indígenas armados de machetes para rodear miembros del ejército para expulsarlos de ciertas zonas de producción y transformación de coca.
En 2008, Feliciano fue condenado a 18 años de prisión por haber secuestro a un soldado. Pagó sólo tres meses ya que logró que lo trasladaran a un “centro de armonización” de su comunidad. Dos años después, fue declarado inocente por la Corte Suprema de Justicia. Desde entonces, el centro de su activismo es exigir que los “acuerdos de paz” tejidos por las Farc en La Habana sean cumplidos, y presionar al gobierno de Iván Duque para que firme pactos similares con el Eln.
Valencia calumnió al Ejército al atribuirle una pretendida “masacre” de indígenas en Toribío, en julio de 2012, afirmación que fue desmentida por los verdaderos líderes de la comunidad. En esa fecha, mil indígenas, dirigidos por el alcalde Ezequiel Vitonés y Marcos Yulé, gobernador del lugar y James Yatacué, del resguardo de Corinto, lograron que una escuadra de las Farc que exhibía fusiles y cohetes de guerra, no lejos de El Tierrero, se retirara del poblado y se internara en la montaña. Vitonés y Yulé desmintieron los inventos de Feliciano Valencia, quien en esa época era “consejero político de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca”.
Una entrevista concedida por Ezequiel Vitonás a El Colombiano, el 17 de julio de 2012, da una idea de los graves crímenes cometidos por las Farc en la región donde Feliciano Valencia dice hacer sufrido hace dos días un atentado. “Desde 1983 a la fecha, Toribío ha sufrido 610 hostigamientos de la guerrilla, cifra que revela que este municipio se convirtió en epicentro del conflicto en Cauca y que el deterioro del orden público de las últimas semanas es consecuencia de décadas de violencia y abandono del Estado” resumió ese diario. Vitonás (1) insistió: “Las Farc quieren direccionar a su favor el movimiento indígena, poner a sus comandantes en el pueblo, tener milicianos y así fortalecer el Movimiento Bolivariano (MB). Dicen que el movimiento indígena es demasiado indigenista y contrarrevolucionario”. En otro aparte explicó que, doce meses atrás, más de 160 casas habían sido “destruidas por una bomba [de la guerrilla]” y que hasta ese momento las víctimas “no han sido reparadas”.
Es evidente que Feliciano Valencia explota lo del jueves pasado para hacer que olvidemos esa trayectoria y lo ocurrido en la minga de hace unos días. Allí, a la entrada de su caravana de buses a Bogotá, mientras los indígenas acusaba a Duque de “incumplirles lo pactado”, unos individuos desplegaron una pancarta que decía: “Es necesario que Uribe muera”. Feliciano Valencia y su “guardia indígena”, quienes habían garantizado la seguridad de ese circo, dijeron no saber nada al respecto y salieron corriendo de la capital cuando supieron que el Ejército y la Policía habían destruido 63 laboratorios de coca y depósitos de armas en el Cauca y en Caquetá mientras la minga pensaba unirse a las protestas de Fecode.
Así, la minga dirigida por Feliciano Valencia sirvió de marco para lanzar una especie de orden de asesinato contra el expresidente Álvaro Uribe, en las barbas de todos. Por ese tenebroso incidente Valencia debe responder. ¿Es eso lo que quiere que olvidemos con el cuento del atentado?
Esa historia será creíble cuando una instancia oficial investigue y dé las referencias exactas y completas. Hasta ese momento, el mensaje acusador implícito de Feliciano Valencia, y el tan explícito de su compinche Gustavo Petro, en el sentido de que quien está matando indígenas y desmovilizados de las Farc es el Estado colombiano, sigue en entredicho. La prensa colombiana ha mostrado cómo las Farc son las que están cometiendo tales atrocidades para controlar la cadena de producción y venta de drogas en las zonas que dejaron los desmovilizados auténticos, tras la firma del acuerdo de 2016.
El tipo de enredo de ahora busca así mismo alienar a cierta prensa extranjera que vierte crónicas increíbles contra Colombia en los medios progresistas de Estados Unidos y Europa.
(1).- En el Cauca fue asesinado, en marzo de 1992, Etenover Vitonás, hermano de Ezequiel Vitonás.